Cuando en el fondo de tu alma oigas dos voces contradictorias, conviene que escuches generalmente a la que habla más bajo. En todo caso, esa es la que pide más sacrificios. (Robert de Langeac)
El trabajo de la abnegación del yo es la obra capital de la vida. En esto está la vida espiritual, el punto prácticamente decisivo, la posición estratégica dominante cuya pérdida o ganancia decide, de hecho, la batalla de la santidad.
Ahí está la experiencia para demostrarlo: que se examine la vida de los santos fracasados, me refiero a sacerdotes, religiosos o simples fieles, excelentes, fervorosos, celosos, piadosos y entregados, pero que no han sido santos a secas.
Se constata que lo que les ha faltado, no es ni una vida interior profunda, ni un sincero y vivo amor de Dios y de las almas, sino plenitud en el renunciamiento, profundidad de la abnegación y totalidad del olvido de sí que les hubiera entregado enteramente a la obra de Dios en ellos.
Amar a Dios, alabarle, cansarse, incluso matarse por su servicio son cosas que atraen a las almas religiosas; pero morir del todo a sí mismos, oscuramente en el silencio del alma, desprenderse, dejarse arrancar a fondo por la gracia de todo lo que no es pura voluntad de Dios, he aquí el holocausto secreto ante el cual retroceden la mayoría de las almas, el punto exacto en el que el camino se bifurca entre una vida fervorosa y una vida de elevada santidad. (Padre Guibert)
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